miércoles, 13 de mayo de 2009

LAS CORTINAS ROMPEVIENTOS Y LA PRODUCCIÓN OVINA

Caracterizadas como alineaciones de árboles en forma perpendicular a los vientos prevalecientes en una determinada región, las cortinas rompevientos son, en términos generales, estructuras de protección muy versátiles, por las diferentes alternativas de diseño y especies que pueden ser utilizadas para su realización. Mejoran las condiciones microclimáticas y productivas en áreas de cultivo, embellecen el entorno y constituyen una fuente adicional de madera para distintos usos y combustible.

En áreas ganaderas:

       reducen la mortalidad al mitigar el efecto de los vendavales,

       reducen los requerimientos alimenticios en el invierno,

       contribuyen a mantener la productividad (menores pérdidas en las pariciones),

       mejoran la producción de forraje y su calidad,

       aportan sombra adicional, (ver Figura 1).

        

 

Desde el punto de vista de la economía energética, las cortinas constituyen un valioso complemento a la ganadería tanto bovina como ovina. No obstante, se considera que los resultados son más evidentes para la última actividad. Según las cifras del último censo agropecuario (2000), el stock ovino se sitúa en 12:900.237 animales.

En el mes de junio de 2004 había casi 10 millones (Azzarini, 2005 com. pers.).De acuerdo asimismo con la DIEA, desde la década de 1960 la población nacional de lanares ha evolucionado tal como lo señala la siguiente gráfica, (ver Figura 2).

 

 

Los sistemas de producción ovina, dependen de las características de los suelos y del manejo de los mismos, factores que determinan una mayor o menor capacidad de carga según la calidad de la intervención realizada.

A modo de ejemplo y sobre la base de una superficie de 100 hectáreas, un ensayo del S.U.L. indicó los siguientes resultados:

       campo natural sin mejoras: 150 ovejas,

       campo natural mejorado con fósforo: 370 ovejas,

       pradera: 500 ovejas o más según la calidad de la misma.

No obstante, como dato más generalizable para nuestros sistemas de pastoreo mixto (vacunos y ovinos) podría ejemplificarse lo expuesto en el ejemplo a través del hecho de que el consumo voluntario de una oveja de cría es de aproximadamente 350 400 Kg. de materia seca por año y que la utilización no supera el 50 60% (Azzarini, 2005 com. pers.). Parición y señalada De acuerdo con Azzarini y Abella (2004), en los últimos 18 años se registraron los siguientes porcentajes de señalada, (ver Figura 3).

 

 

Los indicadores de producción para la cría, relevados, determinan un porcentaje de señalada que ha oscilado entre 51 y algo más del 70%. Estas cifras representan un promedio superior al millón de corderos perdidos y por lo tanto sustraídos al stock nacional con el consiguiente impacto a la economía, tanto en términos de reducción de posibles exportaciones como de escasez en períodos pico de consumo como el tradicional de fin de año.

La eficiencia reproductiva de la majada depende de la alimentación, el manejo y la sanidad, que afectan la fertilidad y fecundidad de las ovejas. Entre los elementos que inciden negativamente en la producción ovina y asimismo se relacionan con la mortalidad neo-natal, se incluyen los predadores y las situaciones climáticas marginales que se suman a la escasez de forraje en los períodos clave de requerimientos nutricionales.

De acuerdo a estimaciones realizadas en La Estanzuela, en 1973, la mortalidad neonatal ocasionaba la pérdida de un millón de corderos. Sobre 1000 corderos nacidos entre 1969 y 1970 se determinaron mortalidades de 40% y 8% en corderos de 2 kilos y 4 kilos de peso respectivamente; comprobándose similares proporciones en el caso de mellizos.

Durante el primer mes de vida, la mortandad oscila entre 20 y 30 %, figurando entre las distintas causales la crisis forrajera y los problemas climáticos como los más frecuentes. En el año 1961 se le atribuía a la mortandad neo natal, una incidencia del 10%. Aunque se verifica una tendencia creciente hacia las pariciones de setiembre y octubre con esquila pre parto (Azzarini, 2005 com. pers.), cuando las pariciones tienen lugar a partir de los meses de julio y agosto, el pasaje del vientre materno, 39º C, al exterior (10º C o menos) se traduce en un severo impacto térmico.

A ello se suma el hecho de que el cordero, al nacer mojado, debe enfrentar una alta pérdida de calor que le obliga a consumir la energía de reserva. El comportamiento del lanar en la parición y en la esquila Si bien se asocia a la actividad ovina con las áreas despejadas, ello no significa que la oveja prefiera el campo abierto y rechace las zonas abrigadas. Es elocuente la conducta de las mismas en condiciones extremas; cuando buscan refugio contra los vientos fríos guareciéndose en zanjas o entre afloramientos rocosos.

La referida práctica de la esquila pre parto promueve este comportamiento. Por el contrario, en los meses cálidos buscan protegerse de la fuerte radiación solar junto a postes, cartelería o cualquier fuente de sombra por precaria que esta sea. Durante el período de pariciones, que se prolonga entre 15 y 20 días, el manejo adecuado de la majada debe tener en cuenta no sólo la oferta alimenticia necesaria sino también la disponibilidad de potreros abrigados.

El período de esquila tradicional tiene lugar entre los meses de octubre y noviembre y su duración es de 15 a 30 días. En esa época del año la temperatura media se sitúa ente 17 y 20º C. No obstante, los registros nacionales señalan la pérdida de 100 a 400.000 lanares en el período post esquila, pudiendo prolongarse la crisis más de 15 días.

Los riesgos más trascendentes de esa actividad radican en:

       el enfriamiento,

       el cansancio por el acarreo hacia las instalaciones de trabajo y los movimientos en los corrales,

       la falta de alimentación en los momentos anteriores.

Estos períodos, parición y post esquila, plantean la necesidad de que los potreros tengan un abrigo adecuado y que las ovejas se acostumbren a los mismos. Para ello, el manejo de la majada en ambas etapas involucra arrimarla al atardecer a la zona de reparo durante varios días.

La instalación y el desarrollo de reparos en un establecimiento rural, sea un monte o una cortina, también debe seguir un proceso de planificación. El reconocimiento del predio permitirá analizar las condiciones locales y la elección del lugar, las dimensiones, la forma, orientación, las especies a utilizar, distancias entre árboles, el sistema de preparación del sitio y plantación. Con tal fin el sondeo y el análisis de suelo facilitarán las decisiones.

Entre las características edafoclimáticas del sitio se debe tener en cuenta:

       un drenaje adecuado que además del frío provocado por la humedad del suelo evite el riesgo de enfermedades podales,

       la orientación geográfica, pendiente y exposición a la trayectoria del sol,

       una posición topográfica que facilite tanto la ventilación por acción de las corrientes de aire como las tareas de vigilancia y,

       la proximidad de fuentes de agua permanentes.

Con relación a la ubicación, cabe destacar la importancia del propio ganado como detector de los lugares donde las corrientes de aire son menos intensas.

Los sitios en que existen echaderos o dormideros evidenciados por la acumulación de bosta, constituyen buenos indicadores de lugares donde es posible instalar un abrigo.

Asimismo es necesario calcular la superficie a proteger de acuerdo con la división en potreros, extensión de los mismos y la dotación animal. Cuando se trata de potreros muy extensos, debe evaluarse el número de abrigos con que deberían contar los mismos.

La forma de la cortina se relaciona con las características del área a proteger y su orientación va a estar determinada por la dirección de los vientos prevalecientes en la zona, (ver Figura 4).

 

ALGUNAS FORMAS DE CORTINAS

Entre las especies a utilizar se puede recurrir a especies leñosas de diferentes características botánicas (tipo de follaje, hábito, porte y ramazón) y requerimientos de suelos que permiten establecer estructuras de este tipo en cualquier parte del país.

A los efectos de facilitar la planificación, esas especies se clasifican de acuerdo al desarrollo que alcanzan en su estado adulto agrupándose en especies de primera, segunda y tercera magnitud, a modo de ejemplo:

       especies de primera magnitud (más de 20 m de altura): eucaliptos,

       especies de segunda magnitud (de 10 a 20 m): cipreses,

       especies de tercera magnitud (hasta 10 m): crategus.

Ello permite proyectar adecuadamente su posición relativa, cuando se trata de cortinas en que se combinan especies, así como las distancias de plantación o espaciamiento y densidad. Existe una diversidad de especies entre las que pueden utilizarse, las siguientes han demostrado su adaptabilidad a las condiciones del país: Cotoneaster, Pittosporum, Pyracantha, transparente, anacahuita, acacias, angico, thuja, olivo de bohemia, tala, cedros, pinos, casuarinas.

Los géneros Acacia, Casuarina, Cupressus, Eucalyptus y Pinus cuentan con varias especies cuyos requerimientos ecológicos les permiten adaptarse a la mayoría de los tipos de suelos del país.

Cuando se trata de cortinas de una sola especie se suelen utilizar mayores densidades a través de menores distancias de plantación entre los árboles. Las mismas, en términos generales oscilan entre 1,50 y 2,50 metros en la fila y entre filas sea la plantación en cuadrado o en tresbolillo, (ver Figura 5).

 

 

En el caso de plantar más de dos especies, las distancias entre las mismas deben prever el desarrollo y hábito de las Plantación en cuadrado mismas a fin de evitar la competencia resultante una espesura excesiva y lograr una composición equilibrada. Puede recurrirse a la plantación en cuadrado, en tresbolillo o irregular, combinando las precedentes.

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