jueves, 23 de julio de 2009

La tortilla de patata



Interpretacin libre de un post anterior y que me llegó por mail hace poco....

Y ha sucedido que en el transcurso de la ronda de rigor, situados ambos en una de las vías que se encuentra en el itinerario habitual que mi compañero y yo realizamos a diario, previa asignación por nuestros más inmediatos superiores, a la altura del número 8 de la calle en cuestión, y ha sucedido, digo, que al poco hemos escuchado ruidos sospechosos que provenían de una planta baja al lado de cuya fachada nos hallábamos en ese momento. De tal forma que, con objeto de identificar la naturaleza exacta de los sonidos, nos hemos aproximado a pocos centímetros de la puerta y la ventana. Y tras unos momentos de permanecer en silencio, expectantes y con la oreja pegada a la puerta y a la mencionada ventana, hemos constatado que, en efecto, desde su interior nos llegaban los lamentos y el clamor quedo de auxilio expresado por alguien que parecía ciertamente hallarse en apuros. En razón de lo cual mi compañero y yo, sin más dilación, hemos procedido a echar la puerta abajo, efectuado lo cual hemos entrado el domicilio con el arma apercibida en previsión a un posible altercado fortuito con individuos hostiles, y hemos recorrido las diferentes habitaciones a fin de identificar desde cual de ellas venían los sonidos, que han resultado proceder de la cocina, en cuyo interior hemos hallado la escena descrita a continuación: en el suelo dos personas, un hombre y una mujer, la una enfrente de la otra, el varón, bien parecido, de aproximadamente 25 o 30 años, tendido sobre las baldosas en posición fetal, y con las manos en los genitales mientras profería gimoteos quejumbrosos y mascullaba improperios tales como: ay, ay, ay cómo duele, la muy hijaputa. La mujer, de edad similar a la del varón, sollozaba desconsoladamente en tanto se frotaba sin cesar y con gesto de dolor el cuero cabelludo. La joven permanecía sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el mobiliario inferior de la cocina. En un reconocimiento somero pudimos observar que tenía el pelo impregnado de aceite y no pocos pedazos de patata y huevo enredados asimismo en la maraña del cabello rizado. Los restos de lo que a todas luces semejaba una tortilla de patata y la sartén de tamaño medio en la que, con toda seguridad, estaba siendo cocinada, yacían derramados por doquier, suelo y paredes y con mayor concentración en torno a ambos individuos.

Y una vez realizados los primeros y más elementales auxilios médicos, hemos procedido a tomar declaración a los dos implicados a fin de esclarecer los pormenores de lo sucedido, efectuado lo cual hemos constatando que los testimonios de los dos involucrados coincidían por completo aun habiendo tomado la precaución de llevar a cabo el interrogatorio por separado, de cuyas indagaciones damos cuenta a continuación: Habiendo solicitado su presencia como oficial de primera en fontanería, el señor Julián Garrido, de 27 años de edad, se ha personado en el domicilio en cuestión, y en ausencia de los legítimos propietarios de la residenci, en ese momento ocupados en otros menesteres fuera de la ciudad, a le ha atendido María de la Cruz Guadalupe y Rosario, empleada en la casa como asistenta y cocinera. De común acuerdo han decidido ambos que el señor Julián Garrido realizaría las diversas reparaciones para las que previamente había sido reclamado, en tanto María de la Cruz Guadalupe y Rosario proseguiría con los quehaceres que tuviera encomendados, el más urgente de los cuales resultó ser la elaboración de una tortilla de patata.

Transcurrido un tiempo no inferior a media hora ni superior a 45 minutos, el fontanero Garrido ha hecho acto de presencia en la cocina y se ha acercado por detrás a la señorita Guadalupe y Rosario y, siempre mostrado el mayor de los respetos y dirigiéndose a ella con consideración, le he preguntado qué le parecía a María de la Cruz Guadalupe y Rosario si le hacía una felación (mamada ha sido la expresión exacta) mientras él vigilaba la tortilla. A lo que la interpelada, sin ocultar su inicial sorpresa y rubor, ha acabado aceptando porque, según ha explicado, el oficial fontanero Julián Garrido le parecía extremadamente atractivo.

Así pues, el fontanero Garrido se ha desabrochado los pantalones y se los ha bajado a la altura de los tobillos, ha abierto ligeramente las piernas de tal modo que la señorita Guadalupe y Rosario se situara de espaldas a la vitrocerámica, cómodamente de rodillas en el espacio resultante entre ambas extremidades y ha iniciado la felación mientras el señor Julián Garrido sostenía la sartén por el mango, efectuando, de tanto en tanto, un ligero vaivén horizontal para que las patatas recibieran la justa cocción. Llegado este punto, y a causa del celo y la gran destreza que la señorita Guadalupe y Rosario ha mostrado en la ejecución del sexo oral, el señor Garrido se ha visto obligado a alcanzar un orgasmo furioso y desatado, de intensidad tal que ha perdido por completo el gobierno del brazo de la mano que sostenía la sartén, como consecuencia de lo cual ha derramado su contenido, de manera no premeditado, sobre la cabeza de la señorita Guadalupe y Rosario, quien ha respondido al dolor infringido por el aceite hirviendo cerrando su mandíbula e hincando sus dientes en torno al pene del señor Garrido, en un acto reflejo igualmente involuntario que, a su vez, ha provocado que el fontanero, presa de un dolor insoportable, golpeara en repetidas ocasiones la cabeza de la señorita Guadalupe y Rosario con la sartén con la esperanza de que ésta liberara su pene, circunstancia que no ha hecho sino causar el efecto contrario al pretendido por el fontanero, es decir, incrementar la fuerza con la que María de la Cruz apretaba los dientes alrededor del miembro tumefacto del señor Garrido, que, a su vez, cuanto más dolor sentía con mayor virulencia y obstinación golpeaba el cráneo de la cocinera, situación que se hubiera prolongado indefinidamente si los dos no hubieran quedado exhaustos y doloridos sobre el suelo de la cocina, momento en que mi compañero y yo hemos hecho acto de presencia.

Y preguntado a los dos implicados si deseaban formalizar la correspondiente denuncia el uno contra el otro, han declinado ambos semejante posibilidad, el oficial fontanero Julián Garrido aduciendo que no se le antojaba lo más prudente habida cuenta que le faltaban dos semanas para contraer matrimonio con su novia de toda la vida, y María de la Cruz Rosario y Guadalupe para evitar complicaciones innecesarias a causa de su situación irregular en el país, después de lo cual mi compañero y yo hemos abandonado el domicilio sin resolver la duda personal que a los dos, de manera simultánea, nos ha asaltado a la salida del domicilio, a saber: si la tortilla era con o sin cebolla.

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